jueves, 20 de noviembre de 2014

El nacionalismo catalán intenta injuriar a Blas de Lezo

España es un país ingrato con sus personajes ilustres. Hace unos días vimos lo sucedido con el Gran Duque de Osuna. No es, desgraciadamente, el único caso. Blas de Lezo y Olavarrieta, un marino guipuzcoano responsable de la mayor derrota naval de Reino Unido en su historia, ha estado en el ostracismo durante casi tres siglos. Era un perfecto desconocido para el gran público. Ahora, sin embargo, parece que su figura empieza a ser recordada mediante una serie de iniciativas muy loables. La última ha sido la inauguración de una estatua en el centro de Madrid.

Exposición dedicada a Blas de Lezo en el Museo Naval de Madrid. Archivo Etimologías.
La alegría iba a durar poco. Los nacionalistas catalanes no han tardado una semana en pedir la retirada de la estatua argumentando que Blas de Lezo participó en el bombardeo de Barcelona durante la Guerra de Sucesión. Hay que tener en mente la burda manipulación histórica que supone este hecho. El nacionalismo catalán siempre ha presentado ese conflicto como una guerra entre España y Cataluña, algo falso de raíz. Aquella contienda fue una guerra civil y también internacional, en la que los Borbones y los Austrias se disputaban el Trono de España. Hubo catalanes al servicio de ambos bandos. Sin embargo, para crear el mito, los nacionalistas catalanes pretenden hacer creer, y de hecho lo han conseguido en algún segmento de la población, que aquello fue una agresión de España contra Cataluña. 

La vida y memoria de Blas de Lezo jamás podrá ser ensuciada por estos tipos que están empobreciendo económica y culturalmente a Cataluña. Un tipo como Laporta, cuyo estilo de vida le retrata perfectamente, jamás podrá profanar la memoria de un héroe de este nivel. De todos modos, este hecho demuestra el carácter totalitario del nacionalismo catalán. Ellos pueden hacer lo que les venga en gana pero en Madrid no puede haber una estatua a un señor que, en otro país, tendría una estatua como la de Horatio Nelson. Los nacionalistas catalanes permiten, por ejemplo, la existencia de una calle en Barcelona dedicada a ese racista de medio pelo llamado Sabino Arana. Hay quien dice que el nacionalismo catalán pretende hacer del resto de España una colonia comercial y política. Éste es, quizá, un primer paso para ello.

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