viernes, 31 de octubre de 2014

Halloween, esa fiesta tan arraigada y española

La primera vez que escuché algo relativo a Halloween fue a finales de la década de los ochenta del pasado siglo. Yo era alumno de la academia de inglés John Atkinson de San Fernando (Cádiz) cuando una tarde el profesor nos puso la película ET de Steven Spielberg en versión original. En un escena, la criatura extraterrestre fue disfrazada, aprovechando que se celebraba Halloween, por sus acompañantes para evitar ser descubierto. El profesor nos comentó, para que comprendiéramos qué era lo que estábamos viendo, que esa fiesta era algo semejante al Carnaval.

Todo el mundo sabe que Halloween, tras Salzillo, es lo más conocido de Murcia.

Dos décadas y pico después, Halloween se ha colado en España de una rápida y fulminante. El país más antiamericano de Europa celebra con entusiasmo una fiesta que ha sido popularizada por la cultura del Imperio. Algunos achacan el éxito a la influencia del cine americano, pero no me creo esa teoría. La televisión es un medio formidable de manipulación que crea modas y antojos. En España, diversos canales de televisión, junto con las agresivas campañas publicitarias que se organizan en fechas recientes, han provocado que lo que era una fiesta lejana y desconocida, se convierta en una fecha ineludible en el calendario. De este fenómeno podemos extraer conclusiones nada positivas. Evidentemente, cada cual puede hacer lo que le dé la gana, desde chupar candados a coleccionar cerillos, pero la implantación de Halloween y, a veces, su celebración obligatoria, lleva a pensar que algo no funciona en nuestra sociedad.

Los celtas inventaron la pizza.

En España, Halloween era algo desconocido hasta el año 2000. Desde entonces y gracias a la televisión y las feroces campañas publicitarias, determinados sectores empresariales nos han obligado a celebrar algo que jamás se ha celebrado, no ya en España, sino en Europa Occidental con la salvedad de Irlanda. Lógicamente, algunos, desde pizzerías pasando por tiendas de disfraces y terminando en hoteles, han hecho un agosto. No es descartable que, a este paso, también celebremos dentro de poco el Día de Acción de Gracias o cualquier evento del calendario chino. Si tanto éxito ha tenido Halloween, ¿por qué no importar cualquier cosa que se celebre por el ancho mundo? Tiene gracia que critiquemos el consumismo desaforado de nuestro tiempo pero luego, si saber cómo, caemos en la trampa de celebrar algo que sólo a algunos les interesa simplemente para llenar la caja.

Carrefour, como otras empresas del ramo, se apunta a Halloween

La irrupción de Halloween demuestra que la sociedad española, como otras occidentales, ha perdido, en materia cultural, el rumbo y se apunta a lo primero que pase por la puerta sin preguntarse el por qué de la cosas. Es como si las procesiones de Semana Santa o El Rocío se hicieran en Estados Unidos por la cara. En primer lugar no tendría sentido y, en segundo, dudo mucho de que en ese país permitan semejante dislate. Pero nosotros, en España, somos más papistas que el Papa, y hacemos cosas que ni se plantean algunos países anglosajones. No es de extrañar que en otras materias más relevantes ocurran cosas inexplicables.

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